Tengo tanto en que pensar y tan pocas ganas de hacerlo. Es como retroceder el tiempo, es como comer añejas recetas de angustia combinadas con impotencia y me pregunto que será lo que pasa.
He pensado mucho en mi misión inmendiata de no hacer nada más que de observador, imaginá como puedo yo, queriendo endulzarlo todo, dejar que el agua pase sin tocarla!?
Me siento ahí, sin más, en la silla fría del hospital y observo, nada más. No hay permiso para nada más, me siento y observo, punto.
Su hija, sobrecogida por la angustia y la impotencia, quiere dar todo de si y nos asusta, nos preocupa sentirla frágil y pronto sin fuerzas y sin ánimos, pero no queda más que observar y dejarla actuar, pues es lo último que se deja para alimentar sus recuerdos futuros, los dejarán como constancia de la débil y frágil abuela, que una vez la tuvo en su vientre y le dió la vida.
Se apaga la luz de la abuela de a pocos, frente a nuestros ojos incrédulos; incrédulos de saberla con una vida perfecta, hermosa y ahora con tantos obstáculos para dejarla, cuando ella misma lo ha decidido. La hemos soltado, al menos eso parece; hemos soltado las amarras de su alma angustiada por dejarnos solos, pero aún así se aferra a la vida, dice mi mamá que no nos quiere dejar, pero a veces pienso que somos nosotros quienes no la queremos dejar ir.
Y yo observo, solamente observo según el mandato, sin emitir sonidos ni opinión. Cada quien debe aprender por sí mismo sobre sus límites y sus necesidades; cada uno debe aprender de lo que siente y el momento justo llegará para dar a todos lo necesario, incluso a la abuela que no necesita más años, la enseñanza necesaria para avanzar.
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1 comentario:
Creo que la impotencia a la vida es la que mas tortura, ese no saber como cortar el delgado hilo de plata que nos une con el cansancio, con el egoísmo...
Esperemos que los ángeles tomen de su mano y de la de los tuyos, que el silencio sea la forma de despedirse...
Te quiero!!!
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