lunes, 26 de noviembre de 2007

Yo que pierdo la calma

Que me envuelvo en emociones y permito que se me llene el alma de pensamientos que se hacen sueños, de esos que se duermen... En sí, es un poco aprendido esto que te estoy diciendo, me sumerjo en lo que siento, lo tomo todo tan profundo, tan mío, tan urgente, tan humano.
Por las noches, eso que vivo regresa transmutado... pedazos de vida regresan una y otra vez, cambiando de colores, de forma y aveces hasta de personajes. Se abre el libro de mi mente, me pongo a flotar entre todo aquello que he vivido: algunas veces bello otras veces horribles pesadillas que me transtornan el sueño.
Otras veces las junto todas, las experiencias, y paso de la risa al llanto en momentos; todo en aquel mundo de los sueños.
Pierdo la calma, porque tantas veces no estas en ellos... Pierdo la calma porque otras más te das la vuelta y yo no camino... Pierdo la calma porque no sé jugar muy bien con el destino y me atormento.
He perdido la cordura mil veces, cada vez que llame tu nombre y todas las otras que me trajo el viento.
Me he levantado por las mañanas tantas veces sin ningún recuerdo, otras más llenas de miedo y otras tantas con los sueños que he soñado, con los recuerdos que he vivido, conociendo el pasado y sin ese miedo a caminar, a la soledad, a los momentos que se han ido; dándome cuenta que sigo siendo la misma.

viernes, 23 de noviembre de 2007

historias que me cuento

Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa ...

asi comienza el capitulo 93 de Rayuela de Cortazar, un libro que en algun momento fue algo asi como una biblia personal en un momento bastante personal de mi vida.

recuerdo muchas aventuras alrededor de Rayuela, pero de todas ellas, la mas bonita fue conocerte a vos.

en ese tiempo sentia que mi vida iba montada en el mismisimo tornado que se llevo a Dorothy hasta Oz. recuerdo aquella sensacion de confusion cronica, de desubicacion plena, de no saber en absoluto quien era, que queria o por que hacia lo que hacia.

tambien recuerdo a mucha gente, pero a ninguno recuerdo como te recuerdo a vos, mi querida Maga. como te gustaba que te dijeran asi, Maga. porque de alguna manera sentias que te identificabas completamente con el personaje. a veces te costaba hacer diferencia entre lo que leias en el libro y lo que estaba pasando en ese momento en tu vida.

era felicidad sin fin los dias en que podia pasar por vos despues del trabajo, para irnos a tomar un cafe a cualquier lugar amarrados de las manos;y hablar de todo, o de nada, pero estar juntos. que necesario se volvia el tener que estar cerca, hacerse notar, tomarse media hora mas de lo normal para estar mejor peinado, mejor vestido, mejor perfumado.

con que descuido dejaba que las emociones y las sesaciones tomaran el control de mi rumbo, solo tratando de percibir con cada uno de los poros de mi piel, nada mas sintiendo, sin pensar.

te acordas de la primera vez que nos vimos? fue imposible no despertar del embrujo. era como si las estrellas lo hubieran auguriado. era hasta indecente como nos mirabamos y nos contabamos las cosas, los secretos mas intimos, las verdades que nunca revelariamos a nadie.

Al despedirnos éramos como dos chicos que se han hecho estrepitosamente amigos en una fiesta de cumpleaños y se siguen mirando mientras los padres los tiran de la mano y los arrastran, y es un dolor dulce y una esperanza, y se sabe que uno se llama Tony y la otra Lulú, y basta para que el corazón sea como una frutilla, y...

Horacio, Horacio.

Merde, alors. ¿Por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegíaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Traumas infantiles

Corrí por salvar mi vida!!! y porque no quería quedarme solo!

Unos segundos antes estaba junto a mi mamá en una tranquila sala de espera; de pronto vimos a mi hermana mayor -con apenas 6 años- correr hacia la puerta de salida, trás ella mi hermano -el segundo- lloraban y gritaban. Por supuesto mi madre no podía dejarlos huir y salió en un puro carrerón tras ellos, les gritaba algo que yo no podía entender y sin decirme una sola palabra. En mi mente se fabricaron miles de historias de terror -las que fueran- yo estaba totalmente seguro que el monstruo del armario nos quería matar y que de ahí teniamos que salir corriendo todos y como la multitud manda, yo también lloré y grité y corrí además. Era mi tercer año en esta tierra.

No supe más que pasó, no hasta hace un par de años que alguien contó la historia y la recordé. Era nuestra primera cita con el dentista. Mi hermana entró en pánico antes incluso de que el médico la tocara y lloró y gritó de tal manera que asustó a mi hermano, quien estaba en la silla de al lado esperando su turno. Ambos corrieron, huyeron del asesino de los dientes, sabían que no tenían tiempo de dar explicaciones ni a su madre, que estaba conmigo en la recepción, así que salieron de la clínica. Mi madre, al ver semejante espectáculo, solo acató a salir tras ellos antes que algo peor les pasara en la calle; pero yo no lo supe así. Más bien pensé que alguien o algo, venía tras nosotros y entonces debíamos huir. Todos lo hacían ¿por que yo no?

Esa fué la historia de mi primera visita al dentista. El malvado!

Entrar fue recordar aquella escena o ponerle forma, la silla, los instrumentos, todo. Luego empieza la tensión.

-Con anestesia por favor ( y con correas en mis manos o salgo corriendo)

Recordé esa horrible sensación de perder el control de una parte de tu cuerpo, sobre la impotencia que experimentás al saber que está tu boca dormida y que podrías morderte la lengua y arrancar un pedazo de ella sin darte cuenta. Pensás en lo que podrían hacerte sin saberlo siquiera, cuantos aparatos van a entrar a tu boca y lo peor, la sensación de ahogarte en tu propia saliva.

Y luego el sonido de la maquinita y la presión de tus dientes y que habrás bien la boca y que no dejés que se te cierre y que corrás la lengua a un lado. -Cuál lengua? Tenía lengua?

Y luego sentir que querés correr como cuando eras niño, pero que ahora no podés porque sos grande y da pena, porque van a pensar que no tenés valor o que estás totalmente loco o que te quedaste atrapado en el tiempo y que ya sos grande, que esas cosas quedan para lo niños.

Y luego el despertar, cuando la anestesia empieza a salir y que te duele de veras lo que te hicieron y que querés regresar al dentista, pero esta vez a darle un golpe soberano por haberte maltratado, pero recordás que tenés cita la semana entrante y luego se desquitan con vos, mejor aguantar como los machos y esperar.

martes, 6 de noviembre de 2007

las primeras preguntas

Sólo cuando la luz del alma ilumina la conciencia del hombre, es que puede empezar el hombre a buscar respuestas.

La mente es una fábrica constante de preguntas y la propia mente humana no puede responder a lo que ella misma pregunta; porque las respuestas que vienen del mismo espacio mental que pregunta no son sino laberintos que conducen al punto de partida. Son respuestas que no calman la sed, sólo la posponen.

Las respuestas que hacen crecer al hombre y a la mujer deben provenir del espacio del alma. Deben ser el fruto de la meditación profunda donde el alma puede iluminar la conciencia… entonces las respuestas son de otra naturaleza.

Y asi el hombre y la mujer crecen en conciencia… su entendimiento se expande, su mirada cambia. Su alma toma por unos instantes el control de su vida y se experimenta una sensación que es como estar más cerca de entender los secretos de Dios.

Aun en el pasado remoto hubo mentes que pudieron conectarse con sus almas. Siempre las ha habido, las hubo, las hay y las habrá. Ellos y ellas son los guardianes de las tradiciones. Almas viejas en cuerpos humanos. Ojos que ven más allá de lo que las formas proyectan. Pensamientos que iluminan lo que la vista descubre en el valle de sombras que nos envuelve a todos.

Esas mentes iluminadas por sus almas pudieron explicar el mundo que veían. Vieron lo que impulsaba a los ríos a bajar de las montañas para correr presurosos hasta el mar que pacientemente los esperaba en algún lugar más allá de los cañones y los valles.

Y les enseñó el por qué el hombre buscaba desesperadamente a Dios.

Y les explicó el misterio de los dominios: que hay quienes nacen para dominar un pequeño rincón de naturaleza, mientras que otros nacen reinando en grandes extensiones de tierra.
Unos nacen para arrastrarse, como las serpientes y otros nacen para volar, como el águila.

Luego me pregunté: cuáles son mis dominios?

Miraba a las montañas, imponentes… nunca se movían, nunca se angustiaban, nunca reían. Siempre estaban ahí, para protegernos de los vientos, o para castigarnos con avalanchas si no respetabamos su suelo…

Entendí que eran guardianes que cuidaban a la naturaleza y cuidaban al hombre y a la mujer…Y entonces me hice amigo de ellas y las adoré.

Luego ví al mar… tan sereno a veces, otras irascible, pero siempre moviéndose, en ciclos rítmicos e interminables. Olas que vienen y van, siempre el mismo rumor de las olas golpeando en la playa, trabajando, dibujando nuevos rostros en las costas, inventando una nueva geografía.

Y entonces supe que el mar era el lugar de destino de todos los ríos del mundo. Supe que de ahí partían todas las nubes que después humedecían los campos y hacían crecer a las flores y a los árboles, y estos daban vida a los valles y las montañas de donde los animales se alimentaban.

El mar era la respuesta!!! Era de ahí, de donde todo había salido...

Entonces me enamoré del mar, porque el mar me hablaba en el silencio, sin palabras. El mar le hablaba a mi alma y le decía: ¡despierta! ¡despierta! Y el alma respondía.

Entonces pensé: el mar es de donde provengo. El mar es como el lugar de donde salió mi espíritu. A él tengo que regresar algún día.

La vida del espíritu es como la vida en el mar profundo… quieta, en paz. La vida de la mente es como el mar en las playas… siempre en movimiento, siempre inquieta, llegando aquí y retirándose allá, golpeando las rocas, haciendo espuma que se vuelve brisa que luego se disipa.

Es por esto que tengo que encontrar la forma de llegar a la fuente de donde salió mi espíritu… es por esto que tengo que regresar a Dios...

viernes, 2 de noviembre de 2007

Algo así era mi madre...



Érase una vez, un corazón, uno grande y palpitante, hermoso y lleno de rosas con todo y espinas. Era un corazón puro y lleno de fantasía, podría decirse que era cálido y escarlata. Este corazón vivía en una pequeña casa, en el tronco de un humano X –para no poner nombres, tanto la historia no se trata del sujeto sino de su contenido-.
Vivía aquel armonioso órgano lleno de emociones fuertes y amenas, conquistando su vida de la manera más buena.
Si te pones a pensar, vos y yo lo conocimos, como se conoce a tanta gente en el mundo, a tantos de estos corazones y además todos tenemos uno como ese mío, como el de esta historia que te voy a contar.
Lo conocí de pasada, algunas veces más otras veces menos, dependiendo de su apuro o el mío, pero lo conocí y muchas veces me reí con él, otras simplemente conversamos y también lloré porque se había ido.
Me puse triste, aunque no pueda asegurar que el también lo estaba porque él era muy tranquilo; lo que si puedo asegurarte es que dejó algo aquí dentro del mío.
Para explicarte mejor, este corazón del que te hablo es de ese tipo de corazones que te ponen de cabeza, que te dan mil vueltas y al final se van. No porque sean egoístas, sino porque se termina su tiempo, sus vidas están cronometradas y tratan de enseñarnos al vuelo todo lo posible que podamos aprender. Algo así como lo que hacemos vos y yo, que cuando nos vemos, aunque sea con la mirada nos enlazamos el alma y tejemos alguna historia para tener otra fantasía con que jugar y masticar en la memoria.
Sigo: este corazón del que te estoy contando se sabía mi nombre y lo repetía constantemente, como para no olvidarlo. Me cantaba canciones a ritmos de tambor, me enseñó a decir frases bonitas pero no le dió tiempo de acercarme a la oscuridad de algún armario para que aprendiera a vencer mis miedos, esas pánicas infantiles que me agobian desde hace rato, que talvez arrastro desde otras vidas porque jamás he podido explicarme de dónde las sacó mi mente infantil y cómo es posible que aún sigan vivas.
Este divertido y confiable corazón se fue un día, hace tanto que pasan los días y he crecido. Su ida me sorprendió, me dejó escrito en la piel que la mortalidad es mi compañera, que todo este teatro es tan débil, montajes de escenas y películas. Qué más puedo decirte? Simplemente se fue, un día no palpitó más, voló lejos a otros cielos y me quedé con las palabras que jamás nos dijimos…
Cuántos corazones he conocido, no todos tan hermosos como este en particular, este era un poco como yo, que siempre tenemos palabras entre los dientes y que si no hay con quien hablar hablamos con nosotras mismas, en voz baja o en voz alta da lo mismo; lo de loca es algo impuesto y me encanta escucharme hablar, incluso para regañarme, para alentarme o para consolarme.
Jugué tantas veces contigo, fuimos aves y otras nidos. Copié tus muecas, nos hicimos bromas, bailamos juntas, nos divertimos… Qué extraño se vuelve todo cuando respiro y me doy cuenta que vives acá adentro, pero ya no estas conmigo…

jueves, 1 de noviembre de 2007

Cómo atrapar el tiempo en las manos!!!


Una cosa es vivir la vida asi no más, de corrido; como sin hacer pausa ni para respirar, porque respirar es automático. Otra muy distinta es vivir la vida con brincos de un lugar a otro, de un tiempo a otro.

El tiempo no es igual bajo ningún parámetro con el que se mida, es distinto siempre y yo soy cada vez más conciente de ello. La mayoría de las veces me quedo con él y juego, lo invito a tomar una tasa de mis propias emociones y le ofrezco un pastel de tristezas mezclado con alegrías. Y me lo dejo, lo observo como quien analiza a un amigo íntimo.

Algunas otras veces, el muy descarado juega conmigo; no siempre me invita de buena gana, más bien me hace las peores escenas porque se cansa de mi, se frustra conmigo y entonces me usa, me hace jugar a su antojo, me hace rebotar contra las circunstancias. Me infla el Ego y luego, sin aviso previo, lo deja caer desde lo más alto de su propia capacidad hasta lo más bajo de la mia.

Yo mido mi tiempo en semanas, en semanas que pasan de acá para allá. Paso mi tiempo como buscando un rincón en donde descansar a mis anchas y me doy cuenta que no uno, así como no tengo tiempo propio tampoco. Es como situarse en ningún lugar, en ningún momento, en ninguna situación y toda esa nada se apodera de mi. Me quedo vacío y observo.

Sin tiempo y sin espacio, acumulo más cosas vividas de las que puedo guardar. Y como si mi memoria a corto plazo no pudiera almacenar tantas cosas que entran por mis oidos y ojos, por mi olfato y por mi boca y por mis manos; se quedan atrapadas las sensaciones como en un témpano de hielo que se deshace en mi garganta y llega el fin de semana y exploto.

Es solo abrir un espacio entre mis labios y empiezan a salir todas las sensaciones, todo el cúmulo de historias, cuentos, angustias y amores en una sola palabra que parece no terminar; en un segundo, como si fuera el último, quiero deshacerme del morral que llevo conmigo cada vez que me alejo de un pesado caminar y te cuento. Quiero contarlo todo al mismo tiempo, como si quisiera asegurarme de que no quede carga conmigo..., dos días después, regreso a cargar nuevas formas, colores y sabores para utilizar nuevamente un tiempo tuyo con cosas mías.

Es cómo si pensara que no me fueras a escuchar más, entonces me gasto las palabras y solo así, nuevamente te escucho y te dejo utilizar el tiempo en tus cosas; escucho tus cuentos que tanta falta me hacen y me recargan, me forman, me hacen crecer.

Gracias por escucharme, gracias por detenerte un segundo para saber de mi.