viernes, 23 de noviembre de 2007

historias que me cuento

Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa ...

asi comienza el capitulo 93 de Rayuela de Cortazar, un libro que en algun momento fue algo asi como una biblia personal en un momento bastante personal de mi vida.

recuerdo muchas aventuras alrededor de Rayuela, pero de todas ellas, la mas bonita fue conocerte a vos.

en ese tiempo sentia que mi vida iba montada en el mismisimo tornado que se llevo a Dorothy hasta Oz. recuerdo aquella sensacion de confusion cronica, de desubicacion plena, de no saber en absoluto quien era, que queria o por que hacia lo que hacia.

tambien recuerdo a mucha gente, pero a ninguno recuerdo como te recuerdo a vos, mi querida Maga. como te gustaba que te dijeran asi, Maga. porque de alguna manera sentias que te identificabas completamente con el personaje. a veces te costaba hacer diferencia entre lo que leias en el libro y lo que estaba pasando en ese momento en tu vida.

era felicidad sin fin los dias en que podia pasar por vos despues del trabajo, para irnos a tomar un cafe a cualquier lugar amarrados de las manos;y hablar de todo, o de nada, pero estar juntos. que necesario se volvia el tener que estar cerca, hacerse notar, tomarse media hora mas de lo normal para estar mejor peinado, mejor vestido, mejor perfumado.

con que descuido dejaba que las emociones y las sesaciones tomaran el control de mi rumbo, solo tratando de percibir con cada uno de los poros de mi piel, nada mas sintiendo, sin pensar.

te acordas de la primera vez que nos vimos? fue imposible no despertar del embrujo. era como si las estrellas lo hubieran auguriado. era hasta indecente como nos mirabamos y nos contabamos las cosas, los secretos mas intimos, las verdades que nunca revelariamos a nadie.

Al despedirnos éramos como dos chicos que se han hecho estrepitosamente amigos en una fiesta de cumpleaños y se siguen mirando mientras los padres los tiran de la mano y los arrastran, y es un dolor dulce y una esperanza, y se sabe que uno se llama Tony y la otra Lulú, y basta para que el corazón sea como una frutilla, y...

Horacio, Horacio.

Merde, alors. ¿Por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegíaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Casi te pude imaginar! Bueno, a ambos.

Sal dijo...

Me has hecho reir y llorar al mismo tiempo...
Es esta sensación que no se muere, este amor que llevo dentro.
Me creaste un mundo de imagenes, letras y poesías que talvez solo yo entiendo, porque es mío, porque lo bautizamos con nombres sacros...
Qué lindo Bebe... Qué armonía que me has devuelto.
Salimos del tornado, pero yo me quedé un poco con el Oz por dentro!!
Te adoro...

González Luis dijo...

Una cucharada de actualización para tí picante:

Agradecerte por tenerme entre tus gustos, solo que ahora debes entrar bajo una nueva dirección, más propicia:

recetasdecostarica.blogspot.com

Gracias. En breve tendré algo enchilipicoso dedicado a tí!